sábado, 22 de octubre de 2011

Un signo preciso


Los filósofos que han especulado sobre el significado de la vida y sobre el destino del hombre no han subrayado con la suficiente energía que la naturaleza se ha tomado la molestia de instruirnos sobre este asunto. Nos advierte con un signo preciso que estamos alcanzando nuestro destino. Este signo es la alegría. Digo la alegría, no digo el placer. El placer no es más que un artificio inventado por la naturaleza para obtener del ser vivo la perpetuación de la vida; pero no señala la dirección en que la vida está lanzada. En cambio, la alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha alcanzado una gran victoria: toda gran alegría tiene un acento triunfal. Pero si tenemos en cuenta esa indicación y seguimos esa línea de hechos, encontramos que donde hay alegría hay siempre creación, y que cuánto más rica es la creación, más profunda es la alegría.

Bergson
(CEuvres, Éditions du Centenaire, PUF, 1963, París, p. 833)
Ilustración Javier Monsalvett

sábado, 8 de octubre de 2011

Armados de una ardiente paciencia




Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: A l’aurore, armés d’une ardente patience, nous entrerons aux splendides Villes. (Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudades).

(...)

Debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: solo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.

Así la poesía no habrá cantado en vano.


Neruda (Discurso pronunciado al recibir el Premio Nobel de Literatura).
Ilustración autor desconocido.



jueves, 6 de octubre de 2011

Peces de ciudad



Mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

Que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.

(...)

Que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.

Sabina

Ilustración Rebecca Dautremer