martes, 30 de noviembre de 2010

Placeres del espíritu.


(...)La gran tarea de la inteligencia humana, lo que la convierte en inteligencia humana, es crear posibilidades deseables. Es un riesgo y su ventura. La realidad no nos basta. Aspiramos a la posibilidad. Necesitamos alzar las interminables arquitectuas del deseo para después habitarlas. Y eso lo hacemos gestando y gestionando la irrealidad. Gracias a los proyectos, la facticidad, la afinitud del hombre es horadada por la presencia, el poder y la acción de la irrealidad, que no es un añadido fantástico, sino la suma de trayectos posibles dibujados en la realidad. No vivimos despeñándonos por el tobogán del deseo, sino aprovechando su impulso como trampolín, y ya en vuelo, elegir la acrobacia que queramos.

José Antonio Marina. Fragmento de Las arquitecturas del deseo.

El regalo del contacto


Creo que el mejor regalo que puedo recibir de alguien es ser vista por él, escuchada por él. El mejor regalo que puedo dar es el ver, escuchar, comprender y tocar a otra persona. Cuando esto se ha hecho siento que el contacto se ha realizado. Virginia Satir


Pintura Ágnes Mateu

miércoles, 24 de noviembre de 2010


Tenga paciencia con todo lo que no está resuelto en su corazón e intente amar las preguntas mismas. No busque ahora las respuestas, que no se le pueden dar porque usted no podría vivirlas. Viva ahora las preguntas.

R. M. Rilke, cartas a un joven poeta.

Pintura El reloj de Agnés Mateu

martes, 16 de noviembre de 2010

The Silent Evolution + Cóctel


(...)El enigma de la existencia consiste en que el tiempo entero se acumula en el presente. El pasado y el futuro bailan en la punta de una aguja de nieve que es el alma, de modo que estar vivo no es más que repetir lo que a uno le queda todavía por vivir. Según esta teoría, si me procuraba un pequeño placer ahora mismo, todo el placer del mundo se expandiría a lo largo de mi vida hasta llenarla ppor completo. Movido por esta ambición, vertí el cóctel en una copa ancha y, siguiendo la receta,lo espolvoreé con una pizca de canela. Después traté de llevar esta filosofía hasta el límite e imaginé que el alma se hería a sí misma con su propia aguja cuya punta invisible contenía el pasado y el futuro, el tiempo continuó allí bailando, y que una gota de sangre caía en la copa como un ingrediente más y en ella una pequeña lámina iriscente de la memoria se iba disolviendo. También el tiempo podría caber en una gota de sangre o en una lágrima, pensé. Recordando todo el presente, me llevé la copa a los labios. El cóctel Alexandre es suave, pero me invadió muy pronto el cerebro con la imagen turbia de mi propio cuerpo lejano y feliz. Al tercer sorbo percibí que la unidad del tiempo ya me pertenecía. Sabía que al recordar la primera pasión de la juventud, la belleza y su armonía, ellas se dilatarían hasta llenar todo lo que me quedara por vivir, y si lograba ser feliz en ese instante, a pesar de la sangre o de mis lágrimas, toda la felicidad del mundo me llegaría hasta el fondo de los pies y allí el tiempo seguiría bailando para mí siempre.

Manuel Vicent. Fragmento de Cóctel. El cuerpo y las olas.

Fotografía The Silent Evolution by Jason deCaires Taylor: