El mundo es más azul y más terrestre de noche, cuando duermo enorme, adentro de tus breves manos.
Neruda
La luz los separaba. No podían acomodar sus ojos al dolor que la mañana derramaba en su mundo, en el tierno desorden de sus cosas. El día le dictaba a la indolencia normas de claridad, difíciles caminos bajo el sol.
Malgastaban su tiempo en trabajos extraños, en tareas que les eran ajenas y que las horas dejaban en sus manos de repente.
Y transcurrían siglos de silencio, inacabables épocas de sed, grandes espacios de flores muertas, Pero al fin la triste respiración de la ciudad cansada les decía que comenzaba a regresar el atardecer. Posaban la mirada en las lejanas cumbres. Presentían que en el rumor oscuro de sus árboles ya estarían las aves buscando su cobijo, su humilde refugio de verdor apagado.
Entonces olvidaban la larga separación, rompían las ataduras de la luz y se encontraban de nuevo en el límite exacto de la sombra.
Porque la noche los unía, los empujaba suavemente al lecho en que los cuerpos celebran los ritos de la inmediatez, al reino de la inocencia y de lo verdadero.
El futuro gana fuerza cuando se sostiene bien en el pasado. Joan Garriga.
Ya desde muy temprano, ayer fue tarde.
Amaneció el crepúsculo, y al alba el cielo derramó sobre la tierra un gran haz de penumbra.
Cerca del mediodía un firmamento tenue e incompleto -¿cifra de nuestra suerte?- brillaba todavía en el espacio. (la Luna no iluminaba al mundo; su cuerpo transparente nos permitía tan sólo adivinar la existencia más alta de otro cielo inclemente también, inapelable.)
Seguimos esperando, sin embargo.
Imprecisas señales - un latido de pájaros, a veces; el eco de un relámpago; súbitas rachas de violento viento- nos mantenían alerta.
A la hora del ocaso salió un momento el sol para ponerse y confirmó las sombras con ceniza.
Ángel Gonzalez Escena de despedida Beautiful Girls